16 de febrero de 2010

Entre la perseverancia y la cruel resignación

La mente en blanco. No pienso en nada, lo pienso todo. No salen palabras. Comienzo y vuelvo a comenzar. No sé a dónde mirar. No sé qué pensar. No sé qué sentir. No sé qué creer. Pero me siento bastante bien a pesar de todo, de todo el miedo. Ya estoy bien, ya me ordené en mi desorden, pero ésas voces me siguen hablando... (y volverá la duda desafiante...). ¿No les pasa?. Está "todo bien", pero ¿por qué no me basta?. Bah, no es que no me basta. No me lo creo... maldito, cortamambo y cruel... el miedo. Será que de tanta oscuridad ahora la claridad me encandila, y me cuesta abrir los ojos, deshacer el nudo... y tengo miedo a equivocarme, a sufrir no, ¿se puede ya más?... siento que todavía no siento... y que en la balanza pesan más las ganas de superación que las de rendición. Entonces, estoy bien. Pero hay un 'pero' que me martilla la cabeza sin piedad.
Enana actitud... de vivir mejor. Quiero arriesgar. Ya no puedo perder más y deposito toda mi confianza en ese sueño... (esperar lo mejor y prepararse para lo peor). Sueño que consiste en empezar de cero, una vez más. Y no voy a pedir. Simplemente dar sin esperar nada a cambio, porque de éso se trata. Y creo que con el simple hecho de poder dar, ofrecer algo... ya vale la pena. Todo vuelve.. de alguna u otra forma... quizás no cómo lo espero... quizás hasta no lo sepa ver. Ésta actitud positiva me hace pensar que estoy bien. Pero la verdad, a veces pienso que es la resignación la que me hace apostar por la simple razón de que ya no espero mucho más. Saber elegir es lo que cuesta más... no cualquiera suma sin restar. Como verán, gozo de un candombe en la cabeza que no es para bailar... pero insisto estoy bien, me siento bien... unos caen por la pendiente y otros afortunadamente, la saben llevar. Y qué sé yo.

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